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sábado, 26 de noviembre de 2016

Evolución de los Sistemas de Iluminación (I)

Los faros son luces de largo alcance que se disponen sobre torres en puntos determinados y significativos de la costa, o en islas y arrecifes, de forma que, al ser reconocidos por los navegantes, puedan determinar su situación aproximada en relación con ellos y sobre cartas náuticas. Para que una vez divisados sea posible identificarlos individualmente, se les dota de una apariencia luminosa que es el conjunto de fases de luz y oscuridad que se suceden durante un cierto tiempo llamado período.


COMBUSTIBLES Y LÁMPARAS
La utilización de los diferentes combustibles se dio en función de dos condicionantes: la facilidad para obtenerlos y los nuevos descubrimientos.

La leña
Hasta finales del siglo XVIII, todos los faros se iluminaban por medio de hogueras, encendidas con leña y dispuestas en la parte superior de las torres.
El arduo trabajo de subir las cargas de leña, los grandes volúmenes que se necesitaban y la dificultad de protegerlos de la lluvia y de los elementos, condicionó en muchos casos su sustitución por lamparillas de aceite de mucho menor alcance.

Las velas
También las velas se utilizaron desde tiempos medievales. En posteriores evoluciones, se les añadió reflectores de cobre, cuyo resultado no era muy bueno porque la llama se movía del centro focal, produciendo apreciables oscilaciones en la intensidad luminosa.

El carbón
Con el incremento en el uso del carbón, se consiguió un combustible más compacto y de mayor duración. Aunque mantenía las desventajas fundamentales de la leña aumentadas por los problemas del transporte desde las minas, los faros que quemaban carbón eran bastante apreciados por los marinos porque se veían a gran distancia.

El aceite
La combustión del aceite no era buena. El aire se dispersaba y escaseaba precisamente en la llama, lugar donde se necesitaba, y no podía competir con el carbón, aunque se reforzase con reflectores. Para solventar este problema se aplicaron diferentes perfeccionamientos como la lámpara Argand de doble corriente de aire o las lámparas de mechas múltiples.
Dependiendo del costo y la facilidad de obtención en cada país, se generalizaron varias clases de aceite. Entre ellos estaban los vegetales, de colza, cacahuete, oliva, lino y coco y los animales, de ballena y tocino.

El petróleo
Con el advenimiento del petróleo en 1859, el aceite sufrió un duro golpe y dejó de emplearse. Pese a las primeras objeciones para su empleo derivadas de su inflamabilidad y de la gran cantidad de humo que desprendía, se superaron con los perfeccionamientos que se fueron aportando.

El gas
Las primeras experiencias para la implantación del gas procedente de la destilación de la madera en iluminación de los faros, datan de principios del siglo XIX.
Este combustible tenía tres importantes inconvenientes: la necesidad de fabricarlo, el transporte en recipientes herméticos sometido a presión y la manipulación.
El acetileno fue el gas más universal de todos los empleados, muy por encima del butano y el propano.

La electricidad
Su implantación llegó en 1853 con los descubrimientos del profesor Holmes, quien diseñó y construyó un generador eléctrico movido por máquinas de vapor que alimentaban un arco eléctrico formado en la distancia que separaba dos carbones, conectados a los polos de aquél.
En 1870 aparecieron los generadores Gramme, más potentes, más pequeños, más fiables y mucho menos costosos que los que se venían empleando. Su aplicación decidió la expansión en el empleo masivo de la electricidad que pronto sería insustituible.



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